EXPERIENCIAS DE VOLUNTARIADO

Cuando las cosas se ponen difíciles y como sociedad asistimos a momentos complicados, llenos de incertidumbres y temores, no hay nada como emplear algo de tiempo en ayudar a los demás y el voluntariado es una excelente salida.

La Fundación Dolores Sopeña, presente actualmente en 10 ciudades españolas y en 5 países de Latinoamérica, ofrece la posibilidad de colaborar haciendo con nosotros esas labores de voluntariado.

Se trata de aportar nuestra experiencia y habilidades para desarrollar proyectos y campañas humanitarias allí donde más se necesitan. Es una forma de hacer grandes algunos de los valores Sopeña como la solidaridad, salir al encuentro, fraternidad…

La colaboración de voluntarios nos permite realizar mejoras en educación, equipamientos, becas de estudios, capacitación profesional o provisión de necesidades básicas: salud, vivienda, alimentos, etc.

Álvaro Suescum, de Jóvenes Sopeña, trabajó de forma altruista en nuestro Centro Sopeña Madrid, y nos comparte aquí su testimonio:

Cuando empecé el voluntariado en el Centro que tiene la Fundación Dolores Sopeña en Vallecas, pensé que sería una actividad docente como otra cualquiera.

Necesitaban un profesor de francés y me ofrecí. Dado que esta actividad consiste en enseñar algo, pensaba que todo se limitaba a realizar un programa, dar clases, corregir y todas las actividades que se realizan cuando uno enseña algo.

Las apariencias engañan, y digo esto porque cuando empecé todo era nuevo y diferente a lo que había pensado. Poco a poco me di cuenta de que esa imagen del voluntario que sólo enseña, no se corresponde en nada a la realidad.

A medida que pasaba el tiempo, me empecé a dar cuenta de que los demás siempre transmiten algo, sea la situación que sea. Estar rodeado de gente te ayuda a ser empático con los demás, te enseña a “ponerte en la piel” del otro. Las personas somos como el agua cristalina de un lago, reflejamos y transmitimos lo que sentimos o pensamos; aunque no nos demos cuenta de ello.

Cada día es diferente en el centro y cada persona y su vivencia personal también. Lo que más me sorprendió es la diversidad cultural que tenemos. Dicha diversidad se refleja en el funcionamiento del centro y en las relaciones entre sus miembros. La diversidad, además de enriquecer a una persona, le ayuda también a ver cómo son los demás e identificarse con los otros.

Puesto que muchas de las personas que vienen el centro son extranjeras, y yo soy extranjero, me sentí totalmente identificado. Es difícil cambiar de un sitio a otro, de una cultura a otra, de una lengua a otra o incluso la diferencia entre la forma de pensar en gente que habla la misma lengua. Me sentí identificado con muchas personas que vienen. En definitiva, la “verdadera realidad” de un voluntario es esa, la identificación con los demás o, al menos, intentarlo”.

Si quieres experimentar algo parecido a lo que experimentó Álvaro, no tienes más que decírnoslo a través de este formulario.

Si no dispones de tiempo, también puedes colaborar con una aportación económica ahora que a nuestros alrededor están surgiendo muchas necesidades.

Gracias, en cualquier caso, por tu tiempo y tu interés.