Siempre de actualidad, el mensaje del Papa Francisco a los docentes, profesores y profesoras, cobra este año escolar un especial valor, porque ellos van a necesitar esa dosis extra de ánimo.
Los Centros de Formación y Capacitación Sopeña están iniciando como otros muchos centros católicos en el mundo un año escolar nuevamente extraño y lleno de incertidumbres.
La situación que se nos presenta es complicada pero nuestra Fundación, dedicada desde principios del siglo XX a la formación de personas de familias trabajadoras, afronta el reto con equipos profesionales comprometidos y preparados.
Dolores Sopeña, fundadora y artífice de este sueño, siempre creyó que la educación y la formación eran el mejor instrumento para lograr la dignidad personal y mejorar las sociedades, para hacerlas más equitativas y justas.
Igualmente, el Papa Francisco otorga a los docentes, a través de este mensaje que se renueva cada año, la potestad de irradiar luz en el alumnado. Este año, les reclama además fe en su labor, que contribuirá al éxito de aquellos alumnos con mayores dificultades.
Por aquí compartimos sus palabras:
«El Sol no se apaga durante la noche, se nos oculta por un tiempo por encontrarnos «al otro lado», pero no deja de dar su luz y su calor. El docente es como el Sol. Muchos no ven su trabajo constante, porque sus miras están en otras cosas, pero no deja de irradiar luz y calor a los educandos, aunque únicamente sabrán apreciarlo aquellos que se dignen «girarse» hacia su influjo.
Yo les invito a ustedes, profesores, a no perder los ánimos ante las dificultades y contrariedades, ante la incomprensión, la oposición, la desconsideración, la indiferencia o el rechazo de sus educandos, de sus familias y hasta de las mismas autoridades encargadas de la administración educativa. La educación es el mejor servicio que se puede prestar a la sociedad, pues es la base de toda transformación de progreso humano, tanto personal como comunitario. Este sacrificado servicio pasa desapercibido para muchos. Probablemente, ustedes no podrán ver el fruto de su labor cuando éste aparezca, pero estoy convencido de que gran parte de sus alumnos valorarán y agradecerán algún día lo sembrado ahora. No confundan nunca el éxito con la eficacia. En la vida no siempre lo eficaz es exitoso y viceversa. Tengan paciencia, mejor, esperanza. No olviden que la clave de toda obra buena está en la perseverancia y en ser conscientes del valor del trabajo bien hecho, independientemente de sus resultados inmediatos. Sean fuertes y valientes, tengan fe en ustedes y en lo que hacen.
Que Dios les bendiga y bendiga su abnegada labor diaria, la mayoría de las veces oculta, silenciosa e inapreciada, pero siempre eficaz y valiosa». (Papa Francisco)