La promoción es uno de los valores que dirigen el hacer de la Fundación Dolores Sopeña que, desde 1902, se dedica a la formación y capacitación de jóvenes y adultos de familias trabajadoras, especialmente de aquellas donde no han tenido muchas oportunidades.
Dolores Sopeña, fundadora de nuestra entidad, presente en seis países y con más de veinte centros repartidos en España y Latinoamérica, supo ver hace más de un siglo que la formación era el medio fundamental para superarse y lograr mejorar las condiciones de vida.
La propuesta formativa y la misión de la Fundación Dolores Sopeña se dirigen precisamente a acompañar a cada persona, con su potencial particular, para sacar lo mejor de sí misma.
Lejos de paternalismos vacíos, Dolores Sopeña entendió que la verdadera fuerza está en cada uno de esas personas que, por distintas circunstancias, no han tenido posibilidades de acceder a una formación de calidad y se empeñó en ofrecerles esa oportunidad de superarse,
Esa misión se mantiene intacta en los Centros Sopeña actualmente.
Salvando las diferencias del siglo transcurrido, el empeño es sacar de cada uno de los usuarios que se acercan a la Fundación Dolores Sopeña lo mejor de sí mismos, la promoción de sus capacidades y de sus sueños, a partir de una verdadera formación integral.
Así es en el Centro Sopeña Madrid, situado en el distrito madrileño de Vallecas, donde Dolores Sopeña llegó a finales del siglo XIX. Ahí es nada.
Con una oferta formativa de calidad y un acompañamiento a través de itinerarios de inserción sociolaboral, el equipo de trabajadores se empeña en promocionar a cada persona y, sobre todo, a hacerla sentir en la Casa Grande en la que han convertido sus aulas.
Ese es el caso de Mohammed Kutub Uddin Chowdhury, estudiante de Español para Inmigrantes en el Centro Sopeña Madrid, profesor de Matemáticas en Bangladesh, de donde procede.
Su historia ha sido recogida en el reportaje “Abrirse al otro” de la revista Ecclesia, que os reproducimos completa por aquí.
“Promoción en el Centro Sopeña Madrid
Después de la primera clase de español, pidió que le pusieran en un nivel más básico. «Aguanta una semana y luego vemos», le respondieron a Mohammed Kutub Uddin Chowdhury. Aguantó y se convirtió en un alumno aplicado, agradecido por la oportunidad y querido por las profesoras del Centro Sopeña Madrid, aprendiendo español durante diez meses hasta que la pandemia obligó a suspender las clases.
Su película favorita es Interstellar y estudió Matemáticas en la Universidad. Mohammed quiere estudiar contabilidad, porque trabaja en Mercamadrid haciendo facturas para una cadena de 58 fruterías desde las 3 de la madrugada hasta las 12 o la 1 del mediodía. Después, come y descansa hasta las 4 de la tarde, cuando tiene que dar clases por zoom a su sobrino, precisamente de Matemáticas. Tras dos horas, aprovecha para comer algo y descansar un poco antes de tener que volver a Mercamadrid. «Leo y estudio por mi cuenta para mejorar, aún me cuesta hablar», explica. También espera regresar a las clases presenciales, en cuanto su sobrino apruebe Matemáticas.
Quizá, si consigue estudiar en España, pueda trabajar de profesor. «Me gusta, en Bangladesh era maestro de Infantil», aclara.
El Centro Sopeña Madrid ofrece formación a adultos, la mayor parte de ellos migrantes. El caso de Mohammed puede parecer sorprendente por su formación previa, pero allí explican que su caso no es nada extraordinario. «Muchos vienen con estudios, aunque no pueda parecerlo. Otros, aunque no tengan estudios, han desempeñado un oficio en su país. En cada persona hay muchísimas potencialidades y hay que sacarlas». Quien lo aclara es Ana Alfara, coordinadora de los cursos de capacitación del centro. En 2019 pasaron por sus aulas 880 alumnos de 61 nacionalidades: Más o menos, uno de cada tres países del globo tenían algún tipo de representación en este edificio de Vallecas, abierto desde 1959.
«Hasta 2012 se llamaba OSCUS, y todavía muchos nos conocen así. La primera aparición de las Catequistas en esta zona es cuando su fundadora, Dolores Sopeña, empezó a visitarla a finales del siglo XIX», añade Alfara. Entonces los migrantes eran españoles y venían del campo.
«Precisamente, uno de los valores que destacamos es el de la promoción. Realizamos el acompañamiento a través de un itinerario integral, no solo de conocimientos», apunta la coordinadora. Por ejemplo, en aspectos tan señalados como el respeto a los horarios. El seguimiento dura hasta seis meses después de acceder al empleo».
Por Asier Solana